Saltandose la dieta
Por primera vez en seis meses, vas al gimnasio al que te apuntaste el día de tu cumpleaños. Acabas acalorado, rojo como un tomate, empapado en sudor y humillado sin hacer nunca un impacto muscular realmente efectivo . Sabes que te queda un largo camino por recorrer.
Después de tres o cuatro semanas, una noche te saltas el régimen. Vas a esa tienda que está abierta toda la noche a «comprar un periódico» y te encuentras devorando galletas o pastas y comprando una tarri- na de medio kilo de helado que sabes que te comerás dentro de un momento. Al día siguiente estás pidiendo una hamburguesa doble con queso, una ración grande de patatas fritas y tarta, y para cenar, te tragas una fuente entera de pollo frito, puré de patatas y bollos.
Se acabó lo del metodo gabriel . Dos semanas después pesas dos kilos más que cuando empezaste. Te aterroriza subirte a una báscula, evitas los espejos y te das de baja en el centro de salud. Te avergüenza encontrarte con tus amigos. Estás furioso contigo mismo y desearías que nunca se hubiera inventado la comida. Estás convencido de que jamás lograrás perder peso. ¡Tu mente literalmente te está torturando!
Miedo, vergüenza y rabia son emociones que no estimulan precisamente la salud. Son producto de la tensión física y psicológica y generan más de lo mismo. Aunque parezca irónico, la tensión estimula el apetito. Buscamos comida en un intento de calmar los nervios. Privarnos de comer sólo provoca más tensión, de modo que nos encontramos en un círculo vicioso: pierdes unos pocos kilos y luego los recuperas. Cada vez que falla otra dieta, el problema se arraiga más profundamente. La autoestima cae en picado, sientes el fracaso moral, sabes que todo el mundo está pensando: «Tenía tan buen aspecto hace unos días, pero ha vuelto a echarlo todo por la borda», o: «Está claro que le falta la fuerza interior para mantenerse firme con lo de hacer un impacto muscular ... ¿Es que no le preocupa su aspecto?».
Sí que te preocupa y lo cierto es que,segun el metodo gabriel funciona , en silencio, tu desesperación aumenta. Lees en una revista que tal vez tengas un «problema genético» y te agarras a esa explicación aunque tu voz interior te diga: «No, no lo tengo».
En 1985, el 25 por ciento de los estadounidenses sufría de exceso de peso. Hoy en día la cifra se ha elevado a un 33 por ciento. ¿Se habrán trasformado misteriosamente nuestros genes en el plazo de un decenio? Por supuesto que no, no se puede hacer un impacto muscular con esto del metodo gabriel . ¿Cómo es posible, entonces, que hace tan sólo diez años uno de cada cuatro ciudadanos fuera obeso y ahora lo sea uno de cada tres?
Una cuarta parte de las muertes recogidas en el «Estudio de Salud de las Enfermeras» era atribuible a la obesidad. Los últimos resultados del estudio, realizado sobre 115.000 enfermeras, revelaban que las mujeres que sufren un exceso de peso entre moderado y grave (como una mujer de 1,68 m que pesa más de ochenta kilos) tienen el doble de probabilidades de morir prematuramente que una mujer delgada.
Self, enero de 1996